Las líneas de tus cejas se difuminan mientras entierro mi rostro entre tus piernas y mis ojos quedan a la altura de tu ombligo.
Saboreo tu suave néctar,envidia de los Dioses del Olimpo y escucho tu gemir,como cantado por sirenas.
Tu espalda se arquea y tu cadera se menea mientras tu latir se incrementa y mi lengua se pierde en placeres que escapan ya a lo terrenal.
Tus manos en mi cabeza me piden que siga y es entonces cuando me aparto y subo al encuentro de tus labios.Quiero que sufras un poco,que ardas en deseo y que muerdas mi labio mientras deseas que vuelva a tu encuentro.
Pero tranquila,aún tengo mis dedos para masajear cada uno de los centímetros de tu cuerpo.Hoy eres mi presa,pero no en plan cincuenta sombras de sado,sino más bien en plan,voy a hacerte ver el cielo haciendo que te eleves.
Así que muerdo tu cuello mientras sintonizo en tu pecho un dial que espero no encontrar jamás y al mismo tiempo noto como tu humedad me empapa y tu brazo empuja mi cuerpo contra el tuyo.
En estos momentos estoy sufriendo tanto como tú pero hago acopio de todo el autocontrol que dispongo para no entrar en ese prometido túnel,que tiene una luz al final de éste.
En cambio voy moviendo mis manos,masajeando tu espalda y tus caderas y mis labios se encuentran con los tuyos y batallan feroces combates que ni los Vikingos soñaron.Y tus ojos se encuentran con los míos y en ellos leo la palabra "deseo".Deseo es la palabra hecha carne.Deseo eres tú.

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